Articulo publicado por: Juan Mendoza Vega.
Vengo a plantearles un caso. Es de carácter urgente y tiene que ver con todos ustedes, mejor dicho, con todos nosotros, -yo soy periodista, dedicada a divulgar la ciencia-, pero en últimas con la sociedad entera. Se trata de un problema de comunicación, que no es afasia, propiamente dicha, pero si tiene que ver con la pérdida del habla, y por consiguiente, de la imposibilidad para contar lo que se sabe.
Afecta a un buen porcentaje de colombianos.
Entre sus síntomas más conocidos está la ignorancia y el miedo frente a lo que no se conoce. Produce además cierta confusión en la información y casi tantas versiones como seres humanos existen.
Creo, porque yo no soy doctora, ni médica, y menos especialista en enfermedades, que la causa tiene relación con una falta de valentía y de coraje, quizá de ganas, o simplemente de desconocimiento por parte nuestra (profesionales de la salud y periodistas) frente a una actitud que podría beneficiar a sus pacientes, y a nuestros lectores, a nuestra audiencia, para ponerlo en términos más amplios.
Sufrimos de este mal algunos de los que estamos aquí. Tengo la certeza de que quien no lo padece es el doctor Juan Mendoza-Vega, quien tuvo la oportunidad de ejercer durante toda su vida productiva, dos profesiones: la de médico y la de periodista científico.
Parecieran dos mundos distintos, incluso antagónicos, pero me atrevo a asegurar que no lo son: ni médicos ni periodistas tenemos horarios: siempre estamos dispuestos a desplazarnos a donde nos necesitan; tanto unos como otros tenemos la necesidad y la exigencia de estar actualizados; debemos regirnos por una ética que busca el bienestar de quienes son receptores de nuestros servicios; nos compete el sigilo profesional y el respeto por nuestros pacientes y por nuestras fuentes.
Pero por encima de todo, y el fin único de nuestros quehaceres, es buscar una mejoría en la calidad de vida de la ciudadanía. Porque informar más y mejor es el reto del periodista y es allí también donde yace el éxito de la relación del médico con su paciente.
Tanto la medicina como el periodismo son profesiones que imprimen carácter, se deduce del libro que presentamos hoy, Cuarenta años de periodismo médico, de su colega y mi colega Juan Mendoza Vega.
Profesiones por demás “raras y singulares” como también lo dice el autor, y lo cito textualmente, al referirse a la medicina: “Profesión rara y singular, porque lleva consigo la dedicación de sus miembros al bienestar y la salud de los seres humanos sin excepciones por causa de raza, color, situación económica, creencias políticas ni religiosas... porque quien entra en ella antepone los intereses de los demás a los suyos propios, hasta llegar, si fuere el caso, a poner su vida en peligro para cuidar las ajenas. Y singular -continúa- como lo es el empeño de educar a la gente para que no crea en supercherías ni magias”. Fíjense que este carácter de “rara y singular” se aplica fácilmente al periodismo.
El doctor Juanito, -nunca he podido quitarle el término de “doctor”, a pesar de su trato tierno y familiar siempre conmigo- representa esa simbiosis entre el científico y el periodista, fórmula ideal para divulgar la ciencia, difícil de encontrar porque cuando lo hacemos generalmente encontramos a dos personas, al investigador y al periodista, quienes trabajan generosamente en la preparación de un texto o de un guión.
Él ha tenido la fortuna de trabajar en ambos campos, sin desligar el uno del otro.
Aprovechó durante más de 40 años los espacios de El Espectador para hablar de medicina, para explicar esos procedimientos que son para ustedes tan familiares pero que para nosotros forman parte de su jerga científica, difícil de comprender. Y se ganó su espacio en los medios de comunicación por muchas razones, pero me atrevería a decir que lo hizo porque escribe como habla: de una manera sencilla, ágil, coordinada y organizada; va contando el cuento de la investigación realizada, del nuevo aparato adquirido por algún centro médico colombiano, del procedimiento quirúrgico, como si se tratara de eso, de un cuento bien contado. Es oportuno en sus temas, y directo en sus apreciaciones.
En Cuarenta años de periodismo médico el lector encuentra denuncias explícitas sin temor alguno a ser expresadas o a sus posibles consecuencias; también encuentra escritos prudentes, pero con la vehemencia que caracteriza a su autor; dice las cosas con elegancia.
Encuentra el lector actualización permanente de los avances de la medicina nacional e internacional; reflexiones profundas; posiciones decididas frente a las políticas en salud de tantos gobiernos y tantos ministros que puede uno encontrar en 40 años de historia del país, que generaron debate y discusión en los tomadores de decisión y nos abrieron los ojos a los que en últimas éramos beneficiarios, o perjudicados, de dichas políticas.
Encuentra uno también un permanente análisis de la formación del médico y de su ética al ejercer su profesión; el apoyo incondicional y defensa a ultranza de las instituciones médicas, de todos los profesionales relacionados con la salud, de la profesión misma; un reconocimiento a los esfuerzos del cuerpo médico; una mirada democrática, preocupada siempre por eso que llaman la “salud pública” y la atención médica a todos los colombianos.
Tuvieron ustedes un vocero en un importante medio de comunicación durante cuatro décadas; y tuvimos los colombianos una voz que nos contaba sobre el quehacer de esa comunidad médica a la que nos enfrentamos varias veces al año en sus consultorios. Y tuvimos nosotros, los periodistas, un ejemplo de que se puede hacer periodismo médico, periodismo científico, en un país que, como en Colombia, es tan necesario.
El doctor Juanito tiene alma de médico y de periodista.
Me llamó la atención la manera como en sus viajes para asistir a congresos y mantenerse actualizado aprovechaba para visitar los medios de comunicación locales, aprender sobre las distintas maneras de ejercer el periodismo en los diferentes puntos cardinales del planeta, y cómo, a su regreso, compartía con sus lectores las lecciones aprendidas. Cuarenta años siendo testigo de los avances de la medicina, en cuanto a equipos, a conocimiento, a maneras multidisciplinarias de enfrentar las enfermedades del ser humano, pero también mas de cuatro décadas viviendo el desarrollo del periodismo, de sus herramientas, de pasar de la entrevista personal, a la utilización del teléfono para conversar con las fuentes, a la grabadora para reproducir fielmente las declaraciones del entrevistado y ahora a la red Internet, que nos acerca a cualquier fuente esté donde esté.
Y por supuesto, pasar de la inolvidable máquina de escribir, posiblemente una Remington, al computador portátil, que no solamente utiliza para escribir sus columnas sino para armar sus presentaciones en congresos.
El periodismo científico le debe mucho al doctor Juanito. Promotor y gestor de esa iniciativa de finales de la década de los años setentas que permitió la creación de la Asociación Colombiana de Periodismo Científico, ACPC, es el único que ha permanecido fiel y constante, promoviendo un periodismo ético e informativo, que le lleve a la ciudadanía, a esa inmensa mayoría, los conocimientos de unos pocos, en este caso de ustedes, la comunidad médica.
La ACPC estuvo inactiva durante un buen tiempo.
Y fue gracias al doctor Mendoza que logramos revivirla en 1996, cuando en un acto de solidaridad, me acompañó a conversar con el entonces presidente de la Asociación, para convencerlo de reactivar las labores que le competían y que en su momento habían sido exitosas.
Hicimos Asamblea, y por supuesto lo elegimos presidente para el período 1996-1998, tiempo durante el cual nos ayudó con decisión a organizarnos de nuevo desde el punto de vista legal y administrativo. En el 98 elegimos nueva Junta Directiva y a pesar de que desde entonces no ha formado parte real del cuerpo directivo, siempre ha estado ahí con nosotros. Virtualmente, si se quiere, pero ustedes saben que hoy en día la virtualidad es muy efectiva.
Su mensaje hacia sus colegas periodistas ha llegado en todos sus consejos, en su manera de aproximarse y de ejercer el periodismo, en su fundamentación ética elaborada personalmente y por pura convicción de que es necesario informar éticamente a la ciudadanía. En sus lecciones para aprender a hacer comprensible lo incomprensible y en su estilo periodístico tan propio.
Cuarenta años de periodismo médico, así como la propia vida del doctor Mendoza, son una lección para ustedes y para nosotros. Quizá el remedio para ese mal que nos aqueja y que describí al iniciar estas palabras y que se denomina LIPS, por sus siglas en inglés:
Lack of Interest on Popularizing Science. LIPS, aún ausente de la literatura médica internacional, hace alusión a los labios, por medio de los cuales es posible producir sonidos, hablar, contar, divulgar la ciencia. El libro del doctor Mendoza se constituye en un llamado de atención a ustedes, para que vean en la divulgación de la ciencia médica una alternativa, y una voz de alerta a nosotros los periodistas, para no temerle a entrevistar o trabajar conjuntamente con quien tiene el conocimiento.
Vengo a plantearles un caso. Es de carácter urgente y tiene que ver con todos ustedes, mejor dicho, con todos nosotros, -yo soy periodista, dedicada a divulgar la ciencia-, pero en últimas con la sociedad entera. Se trata de un problema de comunicación, que no es afasia, propiamente dicha, pero si tiene que ver con la pérdida del habla, y por consiguiente, de la imposibilidad para contar lo que se sabe.
Afecta a un buen porcentaje de colombianos.
Entre sus síntomas más conocidos está la ignorancia y el miedo frente a lo que no se conoce. Produce además cierta confusión en la información y casi tantas versiones como seres humanos existen.
Creo, porque yo no soy doctora, ni médica, y menos especialista en enfermedades, que la causa tiene relación con una falta de valentía y de coraje, quizá de ganas, o simplemente de desconocimiento por parte nuestra (profesionales de la salud y periodistas) frente a una actitud que podría beneficiar a sus pacientes, y a nuestros lectores, a nuestra audiencia, para ponerlo en términos más amplios.
Sufrimos de este mal algunos de los que estamos aquí. Tengo la certeza de que quien no lo padece es el doctor Juan Mendoza-Vega, quien tuvo la oportunidad de ejercer durante toda su vida productiva, dos profesiones: la de médico y la de periodista científico.
Parecieran dos mundos distintos, incluso antagónicos, pero me atrevo a asegurar que no lo son: ni médicos ni periodistas tenemos horarios: siempre estamos dispuestos a desplazarnos a donde nos necesitan; tanto unos como otros tenemos la necesidad y la exigencia de estar actualizados; debemos regirnos por una ética que busca el bienestar de quienes son receptores de nuestros servicios; nos compete el sigilo profesional y el respeto por nuestros pacientes y por nuestras fuentes.
Pero por encima de todo, y el fin único de nuestros quehaceres, es buscar una mejoría en la calidad de vida de la ciudadanía. Porque informar más y mejor es el reto del periodista y es allí también donde yace el éxito de la relación del médico con su paciente.
Tanto la medicina como el periodismo son profesiones que imprimen carácter, se deduce del libro que presentamos hoy, Cuarenta años de periodismo médico, de su colega y mi colega Juan Mendoza Vega.
Profesiones por demás “raras y singulares” como también lo dice el autor, y lo cito textualmente, al referirse a la medicina: “Profesión rara y singular, porque lleva consigo la dedicación de sus miembros al bienestar y la salud de los seres humanos sin excepciones por causa de raza, color, situación económica, creencias políticas ni religiosas... porque quien entra en ella antepone los intereses de los demás a los suyos propios, hasta llegar, si fuere el caso, a poner su vida en peligro para cuidar las ajenas. Y singular -continúa- como lo es el empeño de educar a la gente para que no crea en supercherías ni magias”. Fíjense que este carácter de “rara y singular” se aplica fácilmente al periodismo.
El doctor Juanito, -nunca he podido quitarle el término de “doctor”, a pesar de su trato tierno y familiar siempre conmigo- representa esa simbiosis entre el científico y el periodista, fórmula ideal para divulgar la ciencia, difícil de encontrar porque cuando lo hacemos generalmente encontramos a dos personas, al investigador y al periodista, quienes trabajan generosamente en la preparación de un texto o de un guión.
Él ha tenido la fortuna de trabajar en ambos campos, sin desligar el uno del otro.
Aprovechó durante más de 40 años los espacios de El Espectador para hablar de medicina, para explicar esos procedimientos que son para ustedes tan familiares pero que para nosotros forman parte de su jerga científica, difícil de comprender. Y se ganó su espacio en los medios de comunicación por muchas razones, pero me atrevería a decir que lo hizo porque escribe como habla: de una manera sencilla, ágil, coordinada y organizada; va contando el cuento de la investigación realizada, del nuevo aparato adquirido por algún centro médico colombiano, del procedimiento quirúrgico, como si se tratara de eso, de un cuento bien contado. Es oportuno en sus temas, y directo en sus apreciaciones.
En Cuarenta años de periodismo médico el lector encuentra denuncias explícitas sin temor alguno a ser expresadas o a sus posibles consecuencias; también encuentra escritos prudentes, pero con la vehemencia que caracteriza a su autor; dice las cosas con elegancia.
Encuentra el lector actualización permanente de los avances de la medicina nacional e internacional; reflexiones profundas; posiciones decididas frente a las políticas en salud de tantos gobiernos y tantos ministros que puede uno encontrar en 40 años de historia del país, que generaron debate y discusión en los tomadores de decisión y nos abrieron los ojos a los que en últimas éramos beneficiarios, o perjudicados, de dichas políticas.
Encuentra uno también un permanente análisis de la formación del médico y de su ética al ejercer su profesión; el apoyo incondicional y defensa a ultranza de las instituciones médicas, de todos los profesionales relacionados con la salud, de la profesión misma; un reconocimiento a los esfuerzos del cuerpo médico; una mirada democrática, preocupada siempre por eso que llaman la “salud pública” y la atención médica a todos los colombianos.
Tuvieron ustedes un vocero en un importante medio de comunicación durante cuatro décadas; y tuvimos los colombianos una voz que nos contaba sobre el quehacer de esa comunidad médica a la que nos enfrentamos varias veces al año en sus consultorios. Y tuvimos nosotros, los periodistas, un ejemplo de que se puede hacer periodismo médico, periodismo científico, en un país que, como en Colombia, es tan necesario.
El doctor Juanito tiene alma de médico y de periodista.
Me llamó la atención la manera como en sus viajes para asistir a congresos y mantenerse actualizado aprovechaba para visitar los medios de comunicación locales, aprender sobre las distintas maneras de ejercer el periodismo en los diferentes puntos cardinales del planeta, y cómo, a su regreso, compartía con sus lectores las lecciones aprendidas. Cuarenta años siendo testigo de los avances de la medicina, en cuanto a equipos, a conocimiento, a maneras multidisciplinarias de enfrentar las enfermedades del ser humano, pero también mas de cuatro décadas viviendo el desarrollo del periodismo, de sus herramientas, de pasar de la entrevista personal, a la utilización del teléfono para conversar con las fuentes, a la grabadora para reproducir fielmente las declaraciones del entrevistado y ahora a la red Internet, que nos acerca a cualquier fuente esté donde esté.
Y por supuesto, pasar de la inolvidable máquina de escribir, posiblemente una Remington, al computador portátil, que no solamente utiliza para escribir sus columnas sino para armar sus presentaciones en congresos.
El periodismo científico le debe mucho al doctor Juanito. Promotor y gestor de esa iniciativa de finales de la década de los años setentas que permitió la creación de la Asociación Colombiana de Periodismo Científico, ACPC, es el único que ha permanecido fiel y constante, promoviendo un periodismo ético e informativo, que le lleve a la ciudadanía, a esa inmensa mayoría, los conocimientos de unos pocos, en este caso de ustedes, la comunidad médica.
La ACPC estuvo inactiva durante un buen tiempo.
Y fue gracias al doctor Mendoza que logramos revivirla en 1996, cuando en un acto de solidaridad, me acompañó a conversar con el entonces presidente de la Asociación, para convencerlo de reactivar las labores que le competían y que en su momento habían sido exitosas.
Hicimos Asamblea, y por supuesto lo elegimos presidente para el período 1996-1998, tiempo durante el cual nos ayudó con decisión a organizarnos de nuevo desde el punto de vista legal y administrativo. En el 98 elegimos nueva Junta Directiva y a pesar de que desde entonces no ha formado parte real del cuerpo directivo, siempre ha estado ahí con nosotros. Virtualmente, si se quiere, pero ustedes saben que hoy en día la virtualidad es muy efectiva.
Su mensaje hacia sus colegas periodistas ha llegado en todos sus consejos, en su manera de aproximarse y de ejercer el periodismo, en su fundamentación ética elaborada personalmente y por pura convicción de que es necesario informar éticamente a la ciudadanía. En sus lecciones para aprender a hacer comprensible lo incomprensible y en su estilo periodístico tan propio.
Cuarenta años de periodismo médico, así como la propia vida del doctor Mendoza, son una lección para ustedes y para nosotros. Quizá el remedio para ese mal que nos aqueja y que describí al iniciar estas palabras y que se denomina LIPS, por sus siglas en inglés:
Lack of Interest on Popularizing Science. LIPS, aún ausente de la literatura médica internacional, hace alusión a los labios, por medio de los cuales es posible producir sonidos, hablar, contar, divulgar la ciencia. El libro del doctor Mendoza se constituye en un llamado de atención a ustedes, para que vean en la divulgación de la ciencia médica una alternativa, y una voz de alerta a nosotros los periodistas, para no temerle a entrevistar o trabajar conjuntamente con quien tiene el conocimiento.
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